El desafío de ser mamá (con el anexo de Parálisis Cerebral)
Soy Mariana Ojeda, oriunda de Goya, Corrientes.
A causa de hipoxia perinatal, en el momento del parto, quedan en mí cuerpo las secuelas de Parálisis Cerebral: un brazo izquierdo con poca fuerza y dos piernas, con baja velocidad ( jeje)
Esto no impidió que a los 15 años haya concluído mí formación en idioma extranjero. A los 16 años finalicé el secundario. Me recibí de Licenciada en Economía Agropecuaria (UNNE) y mientras me formaba en informática. He sido catequista de niños, jóvenes y adultos con algún retraso mental.
A los 35 años me uní en matrimonio (a pesar que mí familia cuestionara la unión) con quién sería el padre de mis niños.
Además de encargarme del hogar, estudiaba en la Capital, el Profesorado de Educación Especial en Retraso Cognitivo.
Y a los 36 años llegó mí primer retoño, rodeada de mí decisión por tenerla, cuidarla y protegerla, mí Anabela. Fue un tranquilo embarazo, sin molestías físicas.
Para la revisación médica iba y venía en colectivo hacia mí ciudad natal.
Pero en cada consulta estaba el «fantasma» con mí pregunta ¿está liada con el cordón umbilical?
La tranquilidad y experiencia del Doctor, seguído de: -Tranquila guaina (o traducida: muchacha), está todo bien.
Algo recurrente era la pregunta de secretarias o ayudantes: ¿Viniste sola?
Me caracteriza la autonomía, así que con una sonrisa, les decía que SI, que traía los informes y documentación, tenía todo.
Al acercarse el parto, el doctor decidió que tendría por cesárea, y el padre sugirió la fecha.
Nació en Goya.
Las primeras semanas quedé en mí casa materna, pero luego regresé, a seguir estudiando, y con ayuda del papá se fue dando muy natural la crianza.
Me «amañé» (ingenié) para el amamantamiento, limpieza y obvio que dormir fue con colecho. Imposible para mí acudir «corriendo» ante un llanto o molestía de la pequeña.
A los 39 años me realizan cirugía multinivel en ambos miembros inferiores, me rehabilitan en MANDIC. A partir de ese momento comienzo a utilizar bastones.
Tan bien quedé del tratamiento, que a mis 41 años llega mí segundo retoño. Todo iba bien pero la característica fue que me detectan Diabetes gestacional y es allí, cuando conozco a la Dra Lapertosa, diabetóloga, que me ayuda a transitar este nuevo desafío. Empiezan los controles diarios y concluye con insulina, muy a pesar de los cuidados nutricionales.
Tuve una Doctora que me controlaba el embarazo y , también concluyó, que el parto sería por cesárea.
A las visitas ginecológicas iba acompañada por una niña, porque ya estábamos en la Capital, solas, ella era mí responsabilidad, el padre trabajaba y fue mí decisión «no tener niñera». Nació el pequeño David.
Este posparto fue aún más solitario, y requería más ingenio para mí higiene y las curaciones de la cicatriz de la cesárea.
Eventualmente venía alguien a ayudarme en las tareas del hogar. Mi debilidad aumentó, porque amamantaba a demanda, llevaba la responsabilidad de los pequeños, debía ir con los dos a mí rehabilitación porque el trabajo aumentó para el papá.
La Dra Lapertosa sugirió que cese la rehabilitación porque no debía gastar energía, y de a poco fui recuperándome.
Hoy estoy en Goya, ejerciendo la docencia y acompañando el crecimiento de mis hijos.
Muy convencida de que «ser mamá es un bello desafío».